Josefina Cordero Espinoza y Miguel Díaz Cueva fallecieron con una semana de diferencia. Ella caminaba a los 102 y él pasó de 104 años. Atestiguaron los avances más sorprendentes del mundo y la vida entre los siglos XX y XXI

 Miguel Díaz Cueva en su estudio, donde permanecía siempre ocupado, hasta los últimos tiempos de su vida.

Miguel Díaz Cueva nació en Cuenca el 17 de abril de 1919 y murió el 24 de junio de 2023. Desde la infancia fue lector de libros históricos y literarios, que enrumbarían su vocación de bibliófilo por toda la vida, a partir de su graduación de bachiller en el colegio Benigno Malo, donde quedaría empleado de amanuense.

En julio de 1946, con motivo de las elecciones para la Asamblea Constituyente (gobierno de Velasco Ibarra), lidera un movimiento político liberal que para no anular el voto, improvisa la candidatura de Luis Villavicencio, apodado Atacocos, especie de original juglar que alcanza una curul, pero no le dejan ejercer. Este dato es interesante por la burla al proceso eleccionario y la reacción del sacerdote Carlos Terán Zenteno, en su periódico Diario del Sur, que ataca con virulencia al joven Díaz Cueva, entonces con 27 años de edad.

En 1949 se gradúa de abogado con la tesis “Situación de la Mujer en la administración ecuatoriana”, novedoso tema de género para la época. Por entonces ya se había vinculado a la Casa de la Cultura del Azuay, donde hasta 1970 ejerció funciones de prosecretario, jefe de canjes y director de la editorial.

 Anciana, en la sala de su residencia, junto al piano al que acudía para solaz íntimo. En la pared el retrato del abuelo, el Presidente Luis Cordero.

Su afición por coleccionar libros, impresos, periódicos, hojas volantes, folletos, medallas, condecoraciones, fotografías, le llevó desde 1932 a formar una biblioteca que llegó a veinte mil volúmenes, la mayor de las bibliotecas particulares de Cuenca, logrando establecer relación con el jesuita Aurelio Espinoza Pólit, que había promovido algo similar en Quito y acumuló una de las reservas bibliográficas más importantes de América.

En 1970, al dejar la Casa de la Cultura, pasa a la Intendencia de Compañías, sin despreocuparse por enriquecer sus reservas bibliográficas y culturales. También fue Director de Correos y coleccionista de estampillas. En 1982, el Contralor Hugo Ordóñez Espinoza le nombra Subcontralor General, pero ejerce poco tiempo, para jubilarse.

En 1988 fue nombrado miembro de la Academia Nacional de Historia y su incorporación la hace con un estudio sobre La Lápida de Tarqui, placa que recordaba la presencia de la misión geodésica francesa en Cuenca, cuyo destino había sido motivo de controversias históricas.

Miguel Díaz enriqueció sus colecciones con trabajos personales de encuadernación y tomas fotográficas, que le llevaron a instalar una cámara oscura para el revelado en su propio domicilio. En noviembre de 1999, la Municipalidad de Cuenca le confirió la presea Fray Vicente Solano, en reconocimiento a sus aportes para el enriquecimiento cultural de la ciudad. En 2002 recibió una condecoración asignada a personajes que contribuyeron en beneficio de la ciudad declarada en 1999 por la UNESCO patrimonio cultural de la humanidad.
Al hombre de longevidad personal y productiva, en 2018 le homenajearon sus hijos, anticipando la celebración centenaria, para que disfrutara a conciencia el acontecimiento, por lo que tuvo el excepcional privilegio de conmemorar dos veces su siglo de vida, al que añadiría cuatro años y dos meses, para dejar iniciada su segunda centuria existencial.

Josefina Cordero vivió su infancia en la hacienda familiar de Charcay, en la provincia del Cañar, donde nació el 24 de octubre de 2021 y pasó hasta cursar los estudios primarios y secundarios en Cuenca, sin dejar de visitar el terruño con frecuencia, pues gustaba compartir con la gente y las costumbres de los campesinos.

Nieta del ex Presidente Luis Cordero, estuvo vinculada a círculos culturales y políticos que marcaron su relación con la sociedad cuencana y del país. En 1941 contrae matrimonio con Jacinto Cordero Vega, con quien procreó siete hijos, destacados en la vida cultural, la docencia y en emprendimientos empresariales.

 
 Hacia fines de los años 30 del siglo XX, Josefina Cordero en un recital poético durante uno de los Festivales de la Lira.

En su juventud, Josefina Cordero participa en círculos literarios y en los años 30 del siglo XX acompaña en recitales a poetas de la época que desde antes de los años 20 mantenían el Festival de la Lira, uno de los eventos culturales destacadas de la Cuenca de entonces, que reapareció desde 2007 en forma bianual.

Josefina Cordero perteneció a la Unión de Periodistas del Azuay (UPA), gremio del que los pocos de los integrantes que quedan no recordaron a la antigua compañera, con motivo de su fallecimiento.

En lo periodístico se vinculó al diario El Comercio, en el que mantenía una sección de crónicas sociales de Cuenca. También tuvo una columna de opinión en diario El Mercurio, con temas sobre las costumbres, tradiciones y manifestaciones culturales de la Cuenca de antaño, con el trasfondo de los paisajes de la infancia en el medio rural que marcó huellas imborrables en su memoria.

El 6 de diciembre de 2018 –más que nonagenaria- fue incorporada a la Real Academia Ecuatoriana de la Lengua, con una ponencia en la que destacó vivencias que constató en la cultura, el arte y las costumbres religiosas y paganas de Cuenca y pueblos del austro ecuatoriano.

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