El derecho a la intimidad y el derecho a la imagen conforman, entre otros, los derechos personalísimos. La dignidad humana puede verse afectada cuando se realizan publicaciones que contienen datos personales que no han sido autorizados, muchas ocasiones distorsionándolos, faltando a la verdad de los hechos
La Declaración Universal de los Derechos Humanos manda que nuestro derecho a la privacidad comprende: “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su correspondencia, ni de ataques a su honra o su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques”.
Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), internet se ha convertido en un derecho humano; en este escenario, por la proliferación de redes sociales, los usuarios brindan datos personales sin ser conscientes de las consecuencias que puede traer. Las condiciones legales a las que son sometidos, en la mayoría de los casos ni siquiera las leen, aparte de la ambigüedad que muchas presentan.
El derecho a la intimidad y el derecho a la imagen conforman, entre otros, los derechos personalísimos. La dignidad humana puede verse afectada cuando se realizan publicaciones que contienen datos personales que no han sido autorizados, muchas ocasiones distorsionándolos, faltando a la verdad de los hechos; frente a esta situación que vulnera derechos, aparecen las leyes de protección de datos, para proteger al titular en cuanto a su intimidad personal, restringiendo la circulación de datos sin autorización. Los delitos más frecuentes en esta materia se relacionan con el fuero íntimo, calumnias, injurias, amenazas y hasta suplantación de identidad. Quienes hacen uso de las nuevas tecnologías deben ser conscientes de ciertas limitaciones que se presentarán a la hora de defender su derecho a la no publicación de estos datos, las redes, en su mayoría, se encuentran alojadas en Estados Unidos, como por ejemplo Facebook.
Encontramos buenas publicaciones, temas importantes que llaman la atención, la creatividad se ha potencializado, ocurre algo y casi en forma inmediata encontramos análisis realizados con mucha rigurosidad, o tratados con mucha chispa que nos hacen sonreír con mucha fuerza y dicha. A la par, el abuso en las redes sociales no distingue edades, todos somos potenciales víctimas de ilícitos que vulneran los derechos; generamos un perfil público, plasmamos datos personales y con las herramientas que nos proporciona el sistema podemos interactuar; ante la pregunta ¿cómo protegemos nuestro derecho a la intimidad? la doctrina reconoce dos vertientes: a) positiva, poder de control que se tiene sobre la información que atañe a uno mismo; y, b) vertiente negativa, facultad de excluir a terceros de aquellos ámbitos que la persona considera reservados o secretos.
Veamos esto con el tema de las fotos, no es lo mismo publicar nuestras fotos en las redes sociales, que hacerlo con otras en las que aparecen terceras personas que no han dado su consentimiento, cabe entonces las siguientes interrogantes: ¿y su derecho a la imagen? ¿el posar debe ser entendido como consentimiento y por lo tanto autoriza “subir a las redes”?. ¿Qué pasa con las personas que han optado por no abrir perfiles en las redes, sin embargo sus fotos y otras situaciones que él o ella lo reserva para sí, son públicas por la decisión de terceros?.
Las redes sociales se han convertido en el escenario propicio para calificar lo sociable, popular y conocido que es una persona; el número de seguidores le posesiona en un lugar privilegiado, todos aspiran que él o ella comparta sus publicaciones, dé un like y mucho mejor si comenta y alaba lo compartido. Lo que pasa fuera del mundo virtual pasó a segundo plano, tu moda, tu deber ser, tu proyecto de vida y realización está en las redes, confiamos ciegamente en lo que en ella ocurra; divulgamos nuestros gustos, nos concentramos en nuestra imagen, en la opinión y en los comentarios que se materializan poco a poco, estamos impacientes y ansiosos contando quien vio, quién comentó y quién lo visualizó, para seguir creciendo en amigos y enorgullecernos de que podemos estar cerca del número que asegura que podemos influir, allí si habremos conseguido lo máximo y estaremos listos y prestos para convertirnos en influencer.
Por todo lo que está ocurriendo, es importante delimitar el ámbito de nuestra intimidad personal y familiar para no divulgarla en forma tan amplia, no caigamos en la tentación de hacer público todo lo que ocurre en nuestra vida, seamos selectivos con lo que publicamos y compartimos, respetuosos de los derechos de los demás.