Daniel Noboa y Verónica Abad asumen constitucionalmente la Presidencia y Vicepresidencia de la República este mes, en remplazo de Guillermo Laso y Alfredo Borrero, que terminan aparatosamente el mandato. De los nuevos gobernantes dependerá la recuperación integral del país sumido en extremas crisis sociales, económicas y políticas: la esperanza es lo último que queda…

El presidente más joven del Ecuador fue Juan José Flores, a los 29 años, en 1830. Le sigue en 193 años Daniel Noboa Azín, de 35. ¿Hay algo arcano en este detalle en los extremos históricos de la vida republicana? El tiempo lo dirá.

Noboa ganó en forma sorpresiva la Presidencia, en el primer intento, en contraste con su padre, Álvaro Noboa, que cinco veces fue candidato y en tres pasó a segunda vuelta, sin lograrlo. Luego del triunfo electoral el ciudadano común conoció que el joven político fue asambleísta del período que en mayo quedó trunco por la “muerte cruzada” decretada por el presidente Lasso, para no ser destituido.

 Álvaro Noboa, padre del candidato triunfante, cinco veces aspiró sin éxito llegar a la presidencia. 

En la historia republicana–después de Flores-, los cuatro ciudadanos de menos de 41 años que constitucionalmente ejercieron el poder fueron García Moreno, a los 35 años, del 2 de abril de 1861 al 30 de agosto de 1865; Antonio Pons, a los 37, del 21 de agosto al 25 de septiembre de 1935; José María Velasco Ibarra, de 41, del 1 de septiembre de 1934 al 20 de agosto de 1935; y Jaime Roldós, a los 38, del 10 de agosto de 1979 al 24 de mayo de 1981.

Una circunstancia fatal habría sido decisiva para que a Daniel Noboa se le abriera el camino presidencial: el asesinato al candidato Fernando Villavicencio, el 9 de agosto, cuatro días antes del debate presidencial del Consejo Electoral, en el que Noboa opacó a los rivales y le llevó a la segunda vuelta, lo que habría sido más probable con Villavicencio.

Quizá otro elemento seductor del electorado pudo ser la imagen de Noboa en cartones exhibidos profusamente en segunda vuelta por todo el país, imponiéndose con originalidad sobre los rebaños de gafas azules en la campaña de la candidata Luisa González, del correísmo. Hombre de grandes empresas, aplicó los efectos publicitarios más útiles para llamar la atención del electorado, como hizo Lasso con sus zapatos rojos en 2021, aunque ahora muchos que calzaron esa prenda habrían acabado por desecharla, con rencor o frustración.

El 20 de noviembre sería la posesión del nuevo Presidente Constitucional, Daniel Noboa, ante las expectativas de lo que pueda lograr su gobierno de un año y medio para mejorar las condiciones del país al que Guillermo Lasso deja en una crisis sin precedentes, en los temas de delincuencia, corrupción, inseguridad, e impunidad para autores, cómplices y encubridores de grandes asaltos al erario nacional a través de negociados con recursos estatales en gobiernos recientes.

 Carondelet, la sede del gobierno de la República 

Cuando Jaime Roldós asumió como primer presidente tras una década de dictaduras – Velasco Ibarra y los militares-, dijo que en lo moral y en lo económico le tocaba hacer andar a un paralítico. Más de cuarenta y cuatro años después, la frase sería válida, cuando el nuevo mandatario asumirá en crisis quizá peor que la de entonces y luego de dos gobernantes que aún físicamente han tenido dificultad para movilizarse.

La democracia continúa. Daniel Noboa deberá usar el tiempo que tiene para completar el período del presidente Lasso, para crear las condiciones de paz, seguridad, erradicación de la delincuencia, poner orden en las cárceles y lograr que los involucrados en la descomunal corrupción, aparte de ser traídos para cumplir las condenas, devuelvan el dinero que usurparon de los recursos públicos.

Cada cambio de gobierno genera esperanzas en la población y esta vez, como al término de las dictaduras de fines del siglo pasado, el entusiasmo por la juventud del mandatario crea expectativas intensas como las de entonces, pues en los últimos tiempos los ecuatorianos han vivido en zozobra, agobiados por la inseguridad, el crimen organizado, la escasez de empleo y la pobreza. Cientos de miles de compatriotas han fugado del país, a cualquier costo, desalentados y sin esperanzas. El flamante mandatario tiene la oportunidad histórica de, ahora sí, poner a andar al país paralítico.

 Fernando Villavicencio, cuyo asesinato removió el tablero electoral, en el que pudo llegar a segunda vuelta. 

La irrupción imprevista de un joven a la Presidencia de la República, es una lección elocuente y evidente, de que la ciudadanía –la juventud en especial-, ya no quiere ver los conflictos políticos, sociales, económicos y morales, que mucho daño han causado al Ecuador y a sus habitantes.

Las organizaciones políticas son parte del reto de cambiar de la cabeza a los pies la realidad ecuatoriana. Las experiencias recientes, que provocaron la muerte cruzada, traen lecciones que deben aprender y practicar los líderes de ellas y sus militantes, para mirar con claridad nueva los horizontes despejados luego de las crisis multiplicadas en todos los ámbitos de la vida nacional. La Asamblea disuelta en mayo hizo todos los deméritos imaginables para convertirse en la peor legislatura de la historia ecuatoriana: también aquí queda la esperanza abierta par que la nueva Asamblea sea, realmente, una nueva Asamblea.

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