por: Rolando Tello Espinoza
Monseñor Alberto Luna: 1923-2023
Los primeros tiempos del arzobispado. Al frente, los últimos de su vida. |
Con los pies sobre la tierra y la fe impregnada de racionalidad, no se encerró en la sede arzobispal, pues convivió con la gente para defender sus derechos o criticar las fallas de la sociedad, de los gobiernos y de la propia Iglesia: un pastor latinoamericano fuera de lo común
Alberto Luna Tobar, carmelita quiteño nacido el 15 de diciembre de 1923, fue Arzobispo de Cuenca desde 1981 y renunció al cumplir 75 en 1998. Murió el 7 de febrero de 2017 y reposa en la cripta de la Catedral cuencana. Al iniciar su obispado, Ecuador vivía menos de dos años de democracia tras casi una década de dictaduras y en Cuenca y en Azuay el alcalde y el prefecto eran los últimos elegidos por el partido Conservador, que dominó en política siempre con auspicio y bendición de la iglesia tradicional.
Líder carismático, impugnó actitudes de sumisión, centralismo y discrimen. Hasta en lo personal, sin los atuendos vistosos de jerarcas anteriores, era un ciudadano más. En años iniciales de su gestión, escribió en la revista AVANCE, de la que se extrae a continuación textos con el pensamiento del ciudadano y religioso cuyo siglo del nacimiento se conmemora en diciembre.
Los veinte y siete años de arzobispado comprometido con las causas de los pobres y campesinos, diferenciaron al párroco del templo Santa Teresita, obispo auxiliar de Quito, halagador de rancias clases pudientes conservadoras capitalinas. La realidad de Cuenca y su región cambió su pensamiento frente a un pueblo postergado de las esferas políticas y administrativas, y una Iglesia estancada en siglos de fanatismo. Fernando Vega, su estrecho colaborador, dijo en alguna ocasión que “en vez de perfumar a los pobres para sentarlos al banquete de los ricos, invitó a todos a compartir la pampamesa”.
En septiembre de 1981, en la primera edición de AVANCE, cuenta sus primeras impresiones sobre esta ciudad y su gente: “Cuenca no siéndome tan conocida, no me fue desconocida. Sabía de sus grandes valores, entendía el valor y el significado que tenía en el austro y el austro en la realidad nacional. Sabía de los valores humanos y de la fe del cuencano… Su fuerza liberadora, promotora, llena de energías, es el significado de la lejanía de la capital nacional y he llegado a comprender esa íntima comunión entre el hombre y la geografía, entre el espíritu y el paisaje”.
Empapado de esta realidad, emitió una carta pastoral crítica de las visiones religiosas dominantes: “Existe en nuestro medio arquidiocesano una tendencia a multiplicar lugares sagrados, pastoralmente innecesarios: ermitas, grutas, cruces de caminos, creando muchas complicaciones festivas, priostazgos, padrinazgos con poco beneficio religioso y con muchos perjuicios en la salud, la paz y bienestar social de campesinos y ciudadanos”.
Sobre la proliferación de sitios sagrados, expresó “¿Qué aldeano no quiere una crucita en la esquina de sus propiedades y los caminos que lo circundan; qué recinto o comunidad no quieren su capilla propia y cien metros más arriba otra y cincuenta más abajo otra… En qué mercado de la ciudad o de los pueblos no hay mil grutas, santitos, cuadros velados día y noche, con sus respectivas ánforas de recolección de limosnas y con sus indiscutidas festividades semanales, mensuales o, al menos anuales…?”.
Monseñor Luna con el papa Juan Pablo II, cuando visitó la ciudad de Cuenca. |
La falsa religiosidad se apoya en mitos y milagros. “No puede admitirse –dice- bajo ningún punto de vista el cultivo sistemático, paliado o paladino de los seudo milagros, de dones extraordinarios convertidos en moneda de diaria o semanal circulación para interés de falsos profetas, vestidos con piel de oveja, para quienes el Señor ha reservado un fondo inexhausto de energías milagrosas, entretenimiento de créditos y alimentos sacrílegos… No necesita Dios de secretarias, de agentes representantes, de gerentes ni de accionistas…. “, escribió en enero de 1982.
Fue crítico de las limosnas: “Denuncio abiertamente, a todo riesgo, aun al de sentirme maldecido por muchos el abuso, engaño y violencia del sentido religioso que supone este sistema de petición de limosnas. Solamente en la ciudad de Cuenca hay más de doscientos cepillos, urnas, cuadros, imágenes ambulantes o fijas, a las que se dan en mercados y típicos lugares de apiñamientos humanos un culto interesado. Todo lo que se recoge se gasta en la fiesta anual y esa fiesta, en un ochenta por ciento, es alcohol. En muchos casos, lo recogido es en beneficio del recolector… Tenemos derecho a un cambio de mentalidad, a no pensar que Dios se compra con millones o con centavos, que la fe está condicionada a una piedad tábica y que el tabú sea el pestilente corrompedor dinero … Jamás la Iglesia predicó la compra de Dios y menos aseguró que el cielo se financia”.
En medio de alcaldes del Azuay y de ciudadanos, el prelado se suma a la protesta por la desatención a la provincia en 1999, por el gobierno. En las buenas y en las malas él siempre acompañó a la gente, en los momentos en los que era necesario. |
Un golpe contra esta religiosidad fue la prohibición de las misas en la gruta de la Virgen del Camino, en la Panamericana Norte, donde las familias asistían a la homilía, de paseo, las tardes de domingo, desde carros estacionados. Ésta, como otras medidas, molestaron a muchos que empezaron a mirar con malos ojos al prelado “comunista”.
Nada, ni nadie, escapaba de su mirada, de sus aprobaciones o reprobaciones. El 11 de julio de 1983 un avión de TAME se estrelló en una colina de Ricaurte, causando la muerte de 119 ocupantes, una de las tragedias dolorosas repetidas en las rutas de Cuenca por esos tiempos. El padre Luna criticó a ciertos periodistas que cubrieron con crueldad la noticia, en un artíclo intitulado “Impudor Noticioso”, en AVANCE de ese mes. “Nadie se atrevería a hablar de falla humana del que no sea piloto de avión; es término que, sin saber por qué, hemos reservado exclusivamente para uso aeronáutico. Sin embago, hay políticos con fallas humanas, hay pofesionales de todo orden con todo orden de fallas humanas y de manera especial hay difusores de noticias con imperdonables fallas humanas, en los que la falta no está en la debilidad de una facultad, sino en una falla de toda la humanidad del individuo que difunde una noticia… No es el mejor reportero quien más estremece, o es la mejor radio la que más sangrantes primicias ofrece, no hay humana competencia en ser la primera en confirmar una muerte ni es satisfactoriamente decente desmentirla cuando anteriormente se la anunció con precipitada indecencia…”
“…En primer momento la clave del suceso era que se había quemado la edición íntegra de diario El Comercio, transportada por el avión. Sobre esa quemadura, volaba la imaginación de los reporteros, sin aparente aprecio a valores humanos tan incinerados como papeles o billetes. Si El Comercio, en imposible hipótesis se personificara, se avergonzaría de vagar quemado y estaría más feliz cubriendo rostros destrozados y cuerpos incinerados”.
En 1982 el Presidente Oswaldo Hurtado asistió al Congreso con una banda en idioma Shuar y escandalizó a políticos retardatarios. “Toda la crítica nacional –escribió en AVANCE- no le ha excusado al Presidente el descuido que dicen pudo haber tenido al presentarse sin anunciar previamente la marca de sus zapatos, la talla de su ropa interior, la etiqueta de su vestido, la clase de perfume post barba que utilizó ese día… Es inaceptable que un ex Presidente de la República utilice a los shuaras para reírse, que un honorable representante de la nación sugiera tendencias coprófogas alrededor de este hecho y que un candidato a déspota vilipendie con expresiones de ridículo las que son manifestaciones de cultura auténtica”, apuntó con rebeldía.
En los años 80 había surgido el movimiento guerrillero Alfaro Vive Carajo, contra los abusos de poder del Presidente Febres Cordero. El prelado no ocultó su simpatía con el movimiento y denunció la persecución inmisericorde para aniquilar a sus miembros. El 28 de junio de 1986 la policía allanó de madrugada la residencia de Ricardo Merino, en las calles Tarqui y Pío Bravo, asesinándole. El Arzobispo fue presto al sitio y protestó contra la acción policial para matar a quien se presumía era del movimiento subversivo.
En 1989 el país fue conmocionado por supuestas apariciones de la Virgen en El Cajas, cerca de Cuenca. Monseñor Luna ya había conocido de hechos milagrosos en sitios azuayos y no aceptó su veracidad, pero admitió culpas de la propia Iglesia: “No hemos sabido formar y nos hemos dedicado a ciertos ambientes de la sociedad, no a todos. Examine la gente que ha ido al Cajas y a los que no han ido: a los que no han ido pregúnteles y le argumentarán con razones muy válidas por qué no han ido. Mientras para la mayoría de los que han ido, por sí acaso es el argumento: tal vez haya un milagro, tal vez suceda algo… Hace mucho tiempo nos habíamos formulado en la Arquidiócesis una pregunta: ¿Estamos dando suficiente formación en nuestra pastoral? Y la contestación ha sido NO!... Todo programa exige evolución. Tenemos que evolucionar en sus contenidos, en sus destinos. Esta es la exigencia del Cajas, para entrar en un plano de evangelización diferente: no por sus contenidos, sino por sus proyecciones… Frente a lo extraordinario, mucha culpa tenemos nosotros mismos que no hemos satisfecho la inquietud natural de la gente; no hemos educado en la fe a las personas. Las hemos hecho creer en un dios titiritero, milagroso, dispuesto a sacarnos de apuros siempre. En eso hemos colocado la fe y es una fuga cobarde del deber, de lo normal y lo natural. Hay una culpa nuestra, de la Iglesia, y sigue habiéndola, por desgracia”.
Sospechó que los mensajes de María, difundidos desde un montaje, serían una manipulación electrónica. “Los mensajes son principios teológicos que implican un regreso a ochocientos años antes… un regreso a lo feudal, sin ponernos en la línea en que un famoso señor que estuvo cuatro años en el poder creyó que nos definía llamándonos extremistas o comunistas”, comentó, sin citar al personaje, “cuyo nombre yo no pronuncio”, dijo, pero aceptó que era León Febres Cordero.
No es posible encontrar, antes y después de él, a un obispo ecuatoriano que haya hablado de aberraciones religiosas arraigadas en la conciencia de la gente. (Leonidas Poaño, el obispo de los Indios, es acaso el único comparable y por él Luna tenía admiración). “Como tesis, nunca he facilitado aquella actitud de las personas que reducen la fe a simple piedad sensible, que creen que no puede haber más piedad que la conocida y en los modos siempre conocidos y colocan lo extraordinario, lo milagroso o mágico, como máxima aspiración de lo religioso en la vida. Me he opuesto a todo lo que pueda ser magia, costumbrismo pagano enraizado en expresiones religiosas. Me duele y me opongo a la expresión de fe que va mezclada con alcohol o con explotación económica y social de necesitados y no necesitados. Si oponerse a ello ha causado disgusto, lamento no poder cambiar de actitud”, consta en artículo suyo en la revista AVANCE.
El 4 de septiembre de 1981 circuló el primer número de la revista AVANCE. El arzobispo participó en el acto, con el alcalde Pedro Córdova, el gobernador Mariano Cueva y el prefecto Xavier Muñoz, mientras el director de la publicación hace la presentación. Fue en el auditorio del hotel París Internacional.
También se pronunció contra los típicos Pases del Niño, “a los que quisiera que se les liberase de tanta adulteración como tiene en lo costumbrista y se le diera más sentido cristiano en sus expresiones, para que sea catecismo y no disfraz su contenido… Me opongo, por amor a Cuenca, que entre en crisis el villancico para que florezcan las cumbias… Me duele que si es expresión de folclore, no se autentifique en todo y si es expresión de fe, no se la defina del todo”.
En noviembre de 1982, con el cardenal Pablo Muñoz y el arzobispo de Quito, Bernardo Echeverría, fue al Vaticano para invitar al Papa Juan Pablo II al Ecuador, lo que ocurrió entre el 29 de enero y el 2 de febrero de 1985. Por su intervención se extendió a Cuenca la visita y el Papa llegó a Cuenca el 31 de enero, lo que reunió a multitudes en el recorrido por la ciudad y en el parque Miraflores, para la misa papal.
El arzobispo Luna no se enclaustró en la sede azobispal, hizo vida con los pueblos y la gente para participar de sus inquietudes, aspiraciones, necesidades, protestas y la búsqueda de soluciones en temas de interés colectivo. Fue autoridad a la que acudieron en consulta líderes políticos nacionales o de la sociedad, de variadas tendencias e ideologías. Esto le llevó a ser útil en causas de trascendencia pública o a exponerse a dificultades propias de quienes están atentos a la realidad cotidiana. Dentro de esos gajes está su participación en la reconstrucción del Austro por el desastre de La Josefina y en el Caso Mardónez, hechos en los que, como pastor y ciudadano, actuó con honradez y dignidad. En 1993 un fenómeno hidrogeológico en el encañonado de El Tahual causó la muerte de muchas personas y pérdidas millonarias. El Presidente Sixto Durán le confió administrar las donaciones nacionales e internacionales, por alrededor de 2.700 millones de sucres, en obras de vivienda para las familias perjudicadas, cuyos beneficios aún perduran. Además, impulsó proyectos sustentables para que las víctimas de la catástrofe se organizaran y desarrollaran emprendimientos.
En el Caso Mardónez, fue engañado por un falso israelita que se le presentó como perseguido por sus convicciones humanitarias, pero resultó un estafador diestro en sorprender a personas influyentes. Llegó en 1981 al Ecuador como Mijael Mardónez Smauszt y contrajo matrimonio con una cuencana luego que Monseñor Luna le consiguió de la Cancillería un pasaporte apátrida: “Es de nacionalidad judía, nacido en Tel Aviv, de una de las familias más distinguidas del país, cuyo padre se considera uno de los instauradores de la actual situación del país… En cumplimiento de una misión de gravísima responsabilidad llegó al Ecuador y mientras la cumplía perdió en su país el único ser que le quedaba en su familia: su respetado padre”, decía al pedir el pasaporte.
En agosto de 1986, probada la nacionalidad chilena de Miguel Ángel Mardónez Sánchez, y de ciertas actividades inhumanas que causaron escándalo, Monseñor resultó involucrado en procesos judiciales y declaró en un juzgado: “Creo que he sido honesto y valiente al reconocer en documento a la Conferencia Episcopal y por su intermedio al Ministerio de Relaciones Exteriores, que fui engañado, que me equivoqué. Espero que los otros pasaportes usados por el supuesto Mardónez tengan, asimismo, autores y coautores honestos que confiesen la naturaleza del engaño”.
Mardónez estuvo preso varios meses, pero fue liberado porque se disponía sólo de copias de los pasaportes que sustentaron la acusación. El 31 de marzo de 1989 apareció muerto, en Quito, al parecer por suicidio.
En noviembre de 1991 diario El Comercio promovió un ciclo de tertulias sobre la realidad de Cuenca y la región. Lo abrió Monseñor Luna y vale citar un par de frases de su intervención:
“Desde su etimología Cuenca es matriz, afirmación de fuerza productora, con hidalguía que le hace señora creadora de todo lo que se propone. Las aspiraciones cuencanas han encontrado límites por los imponderables de la economía, de la política y lo temporario. Todo impide el desarrollo normal de esta tierra rica y hemos llegado al clímax de un problema: el hombre no se erosiona como los campos, pero las injusticias que le rodean de una manera política, social y otras formas le ha hecho fugar y de cada diez hombres nueve han ido a los Estados Unidos y la mujer tiene que hacer de mujer, de hombre y hasta de buey”.
“El hombre que más trabajó porque (los campesinos) se unieran en los postulados comunes que a todos les vigoriza, es monseñor Leonidas Proaño. Logró esa unidad de fe, de sentirse una raza, de sentirse un hombre con un destino. La CONAIE es una organización que no admite en ella a ningún partido político ni a la Iglesia”. Estas expresiones transparentes de hace más de treinta años, hoy distan de los extravíos políticos actuales en la conciencia indígena.
Terminada su misión, como un viejo árbol trasplantado en Cuenca, se quedó en esta ciudad hasta que por su edad y salud lo llevaron a un albergue de Quito, donde murió el 7 de febrero de 2017. Anciano encanecido, ropa seglar y una cruz al pecho, está en el recuerdo del hombre que en tres décadas de habitar estos lares enseñó, predicó y dio ejemplo de convivencia cristiana, de rebeldía ante lo injusto y de protesta por la democracia estropeada, o la insinceridad y corrupción política y de los gobernantes.
En febrero de 1984, al finalizar una entrevista para esta revista, confesó: “Yo sé que tengo muchas fallas y cuando las he cometido culpablemente, no me ha impedido la mitra reconocerlas y cambiar. Si alguien me encuentra equivocado en algo, debe decirme como hermano y lo agradezco, como agradezco a AVANCE, revista que siempre me dio oportunidad de escribir como pastor…” . Su palabra y su espíritu están vigentes en la realidad actual: ¿qué diría ante el Ecuador de hoy, convulso, corrupto, aterrorizado por la criminalidad y la impunidad?