El inmenso espejo de aguas de la inundación se extienda en forma despiadada e incontenible y cubre los paisajes más pintorescos próximos a Cuenca, en la zona de Challuabamba.
La inundación borra lenta e implacablemente las fincas vacacionales, las casas de profesionales cuencanos que hicieron su residencia permanente en el sector y también las rústicas viviendas de los campesinos.
La naturaleza distribuye el agua sin miramientos, con democrática e insensible igualdad. Conmueve observar el avance imperceptible del líquido, llenándolo todo con mansa crueldad, ante la impotencia de los perjudicados, incapaces de reclamar a nadie.
Los habitantes del lugar jamás imaginaron que el castigo de la naturaleza llegaría hasta sus casas y propiedades, pues inclusive los técnicos aseguraron que el embalse de La Josefina desaguaría por un canal excavado hasta la cota de 2.553 metros.
Las casas desaparecen bajo el fatídico espejo de aguas y poco a poco va quedando de ellas apenas un pedazo de techo, que acaba también por desvanecerse.
El inmenso lago ha transformado la geografía y ha terminado con puntos de referencia que ahora resulta difícil ubicarlos. La retentiva es incapaz de recordar con precisión dónde estaban exactamente una villa, un puente, una casa o el mismo río. El agua cubre, desubica y disuelve todo.
Jueves 29 de Abril de 1998