El inmenso lago que se formó con las aguas acumuladas de varios ríos durante un mes, evacuó en menos de diez horas. Más de 160 millones de metros cúbicos de agua escaparon ayer con violencia de la presa de La Josefina, causando destrozos y grandes pérdidas económicas.
La salida de las aguas empezó súbitamente a las 5h00, con alrededor de 500 metros cúbicos por segundo, que se incrementaron rápidamente hasta alcanzar a las 10h00 entre seis y nueve mil metros.
El flujo se dio inesperadamente 24 horas después de que se retornara a la alerta azul, una vez que los técnicos consideraron que la estructura del dique ofrecía solidez y estabilidad que no permitirían un desagüe violento.
Al parecer, aceleró el escape el efecto de varias explosiones que hicieron, en la víspera, ingenieros del Ejército. La evacuación fue un espectáculo sobrecogedor, especialmente en las horas de mayor caudal, con gigantescas olas que chocaban entre sí y golpeaban en las montañas, provocando derrumbes inmediatamente arrastrados por el río. En algunos sitios el ancho del cauce sobrepasó de medio kilómetro.
La crecida, aguas abajo del embalse de La Josefina, arrasó cuanto encontraba al paso y desaparecían en segundos las viviendas ubicadas a las riberas. Los árboles, carreteras y puentes cedieron ante la feroz corriente.
Miles de personas alojadas en los campamentos para refugiados en las partes altas, miraron atónitas la crecida que destrozaba los cultivos e invadía esos parajes hermosos y fecundos del Azuay.
En contraste, aguas arriba la inundación bajó con rapidez increíble y las copas de los árboles y los techos de las viviendas, que durante un mes estuvieron sumergidos, fueron reapareciendo.
Esto produjo demostraciones de alegría en las poblaciones afectadas por la laguna. En Cuenca bajó la tensión de los habitantes que temían el avance de las aguas. Pero también ocurrieron casos de desilusión cuando la esperanza de encontrar las viviendas se esfumó porque las aguas las habían destruído.
Desde el medio día disminuyó gradualmente el caudal de evacuación. El canal inicialmente excavado desapareció y había más bien un brazo de aproximadamente 50 metros de ancho por el cual se escurría el agua.
También desapareció el enorme talud formado por el derrumbe del cerro Tamuga, donde el paso violento del agua provocó continuos deslaves que fueron arrastrados por la creciente. En la loma de Shishío un gigantesco hundimiento semejaba una enorme herida de la montaña.
El descenso del nivel de la laguna dejaba huellas en las montañas circundantes. Hacia el final de la tarde el espejo había rebajado 20 metros y se divisaban las copas de los árboles más altos de eucalipto.
Al cumplirse ayer 33 días del derrumbe y formación del embalse de La Josefina -que habría causado 300 muertos y pérdidas incalculables-, el desbordamiento de la laguna, pese a la violencia y a los daños que causó aguas abajo, no dejó de producir alivio y un gran respiro a los habitantes del austro, que vivieron una experiencia trágica.
La creciente pasó por la población de Méndez a las 15h00, sin causar mayores destrozos tras las expectativas que creó el furibundo desagüe. La arremetida fue contenida por el edificio del coliseo local, que quedó semisumergido, mientras se reportó la destrucción de una vivienda, la inundación del cementerio y 10 casas y el arrasamiento de numerosas hectáreas de huertos en las playas.
La Central Hidroeléctrica Paute suspendió su funcionamiento a las 6h00, poco después del desbordamiento de las aguas de La Josefina, como medida de precaución, lo que dio lugar a racionamientos en todas las provincias del país excepto Azuay y Cañar que reciben un trato especial por la emergencia.
Domingo 2 de Mayo