Tiene cincuenta años. Como Comandante de la División de Ejército Tarqui, máxima autoridad de uniforme en la jurisdicción, fue el militar número uno frente a la batalla sin cuartel para desarmar a La Josefina.

 

Después de intensas jornadas sin horario y bajo el sol o la lluvia, por más de un mes, el general Juan Méndez ha vuelto a su oficina y sobre el escritorio hay numerosas pastillas y un vaso: “Al fin me agarró esta maldita gripe” dice, y su voz suena ronca y sus ojos están enrojecidos.

 

El se dedicó sin tregua a encarar la catástrofe y dirigió el operativo militar de mayor magnitud en su vida profesional: la guerra al infortunio provocado por el desplazamiento del cerro Tamuga que se interpuso entre las lomas de La Josefina y cerró el paso al cauce de los ríos.

 

Parte de su trabajo ha sido enfrentar todos los días a los reporteros de la prensa, radio y televisión del país y también de agencias extranjeras. El general Méndez se convirtió, durante la catástrofe, en un general sobre el que hay muchos que le escriban.

 

 

 

-¿Qué tal esto de un militar en lucha contra una catástrofe?

 

-Fue una experiencia positiva apreciar cómo nos une una tragedia. El espíritu de solidaridad se ha robustecido entre civiles y militares y aún entre la propia gente perjudicada por la desgracia.

 

Fue un gesto noble de los empresarios -prosigue después de remojar la carraspera- que prestaron gratuitamente sus tractores y tractoristas para excavar el canal salvador por el que comenzaría el desagüe del embalse.

 

 

 

- ¿Qué hubo de negativo?

 

- El dolor y la desesperación de la gente y nuestra incapacidad para resolver de inmediato la situación. Esta tragedia colapsará mucho tiempo a miles de familias y permanecerá en la conciencia de quienes participamos en ella.

 

 

 

- ¿Cómo resume el papel del Comité de Crisis?

 

- Al clausurar las labores del Comité yo agradecí a sus integrantes por cumplir con lo que correspondía a cada uno. Hubo fricciones, inevitables en un grupo heterogéneo, pero el saldo es positivo si se valoran la capacidad y los conocimientos acumulados por todos. Hubo pasión y fervor por hacer lo más correcto cuánto se debía y se podía.

 

 

 

Timbra un teléfono y por la conversación se aprecia que al otro lado de la línea hay un periodista que pide una cita.

 

 

 

- Usted es un personaje hoy muy buscado por los periodistas. ¿Qué opina del papel de la prensa en estos días?

 

- Se ha madurado muchísimo en el campo de la comunicación social. Hay profesionalismo, capacidad y tecnología. Admiro la serenidad con la que se enfrentó una situación tan crítica, con una función orientadora y solidaria. El papel de los periodistas tiene una dimensión invalorable en situaciones de emergencia como las que hemos vivido.

 

 

 

-¿Cuál fue la tarea más difícil de los militares durante la emergencia?

 

- Todo fue difícil. Quizá lo más duro la evacuación masiva de la población. Había que darse modos para convencer a todo el mundo que debía trasladarse a los refugios y que estaba en peligro su vida.

 

Cuando se produjo el gran desfogue y la víspera -porque los técnicos no preveían aún mayor riesgo-, ordené la vuelta a la alerta azul y hubo que hacer un trabajo apresurado para el retorno a los campamentos y la reimplantación de la alerta roja, pues no todos creyeron en la magnitud del peligro.

 

 

 

- ¿Usted previó la violencia del desagüe?

 

- No, no lo creí. El desbordamiento nos engañó a los militares, a los técnicos y a las computadoras. Yo me enteré el sábado a las 5H30 que la evacuación había crecido sorpresivamente y producía un gran ruido. Entonces ordené despertar a todo el personal que debía hacer de inmediato la evacuación y comprobar que no quedara nadie en las partes bajas del valle de La Josefina.

 

En minutos estuve en Paute, por helicóptero, y recorrí luego la última vez por la carretera que poco después quedaría destruída. En el carro aparte del altoparlante para anunciar el peligro, llevaba un gran rótulo que decía “Peligro: aléjese de las orillas”.

 

 

 

-¿Qué dice sobre las impresiones del desagüe?

 

- Indescriptible. Nunca en mi vida vi una furia semejante de las aguas.

 

 

 

- ¿Se usó un arma militar para acelerar el rompimiento del dique?

 

- El viernes por la tarde nos preocupaba una gigantesca piedra de cinco metros cúbicos que interrumpía el paso del agua por el canal abierto. Todos los técnicos consideraron inconveniente usar explosivos y ya era imposible llevar maquinaria pesada al sitio.

 

Entonces se acudió a un dispersor: un cohete Low, arma que se usa en la guerra para la destrucción de los tanques. Con dos disparos que hicieron uno a uno los coroneles Jaime Camacho y Jaime Jaramillo, se destruyó la enorme piedra cuya presencia extendía la inundación por los extremos del embalse.

 

 

 

- ¿Cuánto costó la guerra contra La Josefina?

 

- La Comandancia del Ejército ha dispuesto una evaluación completa del trabajo cumplido y está en marcha. Pero fueron invertidos no menos de dos mil millones de sucres. Sólo en combustibles y desgaste de los equipos militares -especialmente los helicópteros-, se habrían invertido más de mil millones.

 

La diferencia se gastó en andamiaje logístico para la operación y subsistencia de dos mil hombres en los frentes de trabajo, la operación de 600 vehículos militares y la ayuda alimentaria a los refugiados en los campamentos.

 

 

 

Mayo 8 de 1993

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