La alegría multicolor de los crisantemos se ha impuesto sobre los pedregales espantosos que desparramó la catástrofe por el valle de Paute.
Hoy las flores revitalizan sus raíces hundidas en los escombros acarreados desde La JosefiNa, como respuesta de capricho ante el milenario episodio.
“La crecida arrasó cultivos, destrozó todo y trajo grandes pérdidas, pero no pudo llevarse la tecnología, la capacidad de nuestra gente, ni la voluntad de encarar la desgracia”, dice Marcelo Crespo Vega, con firmeza de árbol con la copa sacudida por ventarrones, pero con las raíces firmes en las profundas entrañas de la tierra.
El es dueño de Malima, plantación de flores de exportación destruída el uno de mayo de 1993, cuando varios ríos represados durante un mes por el deslave del Tamuga desbordaron con violencia y cambiaron destinos y paisajes.
En el mundo hay miles de plantaciones de flores, pero a ésta singulariza el trasfondo inolvidable de la tragedia: los jardines fecundados por la tierra herida son secreta transformación de la desgracia en vida, aroma y belleza.
Al otro día del gran desfogue empezó la tarea de reconstruir lo perdido. Bajo las piedras desalojadas se descubrió limo fértil para mejorar la producción. Costosa, la recuperación resultó fácil.
Diez hectáreas con 70 variedades de crisantemos, gipsophilias, astris, limoniums y otras plantas ornamentales desaparecieron aquel uno de mayo, pero hoy pasan de 20 las hectáreas cultivadas. Flores de Paute decoran y perfuman ambientes en decenas de países del mundo.
Mientras la reconstrucción de obras públicas demora a pesar de las leyes emergentes y organismos creados por el desastre, la plantación ha florecido varias veces desde diciembre de 1993 y ocupa a 250 personas del lugar, reduciendo la emigración provocada por el fatídico fenómeno.
Más del 80 por ciento del personal son mujeres jóvenes, pues parecería que una íntima y natural vocación las liga con las flores, aparte de que la delicadeza y cuidado propios del trabajo encuentran mayor seguridad en manos femeninas.
La plantación tiene también una connotación social y humana que la torna singular: se levanta sobre terrenos donde se cultivaba hasta 1989 caña de azúcar para producir aguardiente. El propietario vendió las acciones en una industria licorera y sustituyó los cañaverales con los plantíos de flores.
La resurrección de los crisantemos de Paute prueba que la voluntad es capaz de convertir el infortunio en estímulo para su propio fortalecimiento. Y prueba, sobre todo, que a pesar de la magnitud de una desgracia, no hay mal que dure cien años....
21 de Agosto de 1994